Autora: Isis Aglae Almanza Briones, Psicóloga y educadora menstrual

@aglae_almanza_  @menstruaciones_juntxs

Yo diría que las artes escénicas en general, pero solo puedo hablar de la danza, el ballet clásico porque fue parte de mi vida durante más de 17 años. El ballet clásico nos debe una disculpa a las bailarinas menstruantes.

Como en mi caso, el ballet clásico ha sido parte importante en la vida de muchas NIÑAS. Empecé a bailar a los 5 años, estando en el jardín infantil. Lo que empezó como pasatiempo, se convirtió rápidamente en una disciplina. Hasta los 22 años.

No solo son tutus, zapatillas, puntas y brillos. Casi nunca se habla de lo que nos toca vivir a quienes nos dedicamos a esta práctica. Hay que pensar en la forma en que nos hacen vestir. Digo “nos hacen” porque generalmente no hay opciones, es leotardo y mallas, nada más. Muy pocas veces nos dejan usar falda o shorts o algo más. Incluso, en algunas ocasiones, solo puedes llevar leotardos. Cuando lo digo es literal, en el gremio, al menos en el que yo crecí, estaba muy mal visto traer calzón o que se te viera el calzón. 

"El ballet clásico nos debe una disculpa a las bailarinas menstruantes"

Desde que eres niña tienes que enfrentar ser el centro de atención muchas veces en las presentaciones, los  escenarios gigantes, las luces y tener en el cuerpo muy poca ropa. Es muy preocupante ser una niña que está a punto de menstruar. Porque lo único que yo tenía en mi radar sobre productos de gestión eran las toallas desechables. Imaginemos que tengo dos funciones en un fin de semana, menstruo el viernes. Ponerme una toalla sobre las mallas, se mueve fácil, porque no las puedo usar con alas, después el tutú, generalmente blanco o rosa. Como 100 personas viéndome solo a mi, la luz, el escenario, ¿y si me mancho? Ese era el segundo pensamiento que tenía todo el tiempo en mi cabeza, el primero era “Por favor que todo salga bien”. 11 años tenía, 11 años preocupada por mi período menstrual, cuando lo único en lo que debía centrarme era en disfrutar que era una niña haciendo lo que más me gustaba. Ojalá nos hubieran dado la información y la libertad de gestionar la menstruación de otra forma.

No se si mi mamá lo sufrió, lo pensó o se lo cuestionó, pero ahora que escucho a las mamás aterrorizadas porque sus hijas son premenarcas, no sabiendo qué hacer cuando llegue la menstruación, sin saber qué hacer cuando tengan audiciones y ellas tengan mucho cólico, es algo que me pone muy reflexiva, muy emocional, muy enojada, no sé, de pronto es un cúmulo de emociones. Emociones que me atraviesan. 

Hablando de las audiciones, me pasó en una competencia. Ya era más grande, tenía como 15-16 años. Era mi primera competencia internacional en danza contemporánea. Yo estaba super emocionada por eso, y si tengo que decir que si me desmotivé fue porque menstrué a un día de competir. No me sentía mal, no me dolía nada, pero tenía mucho miedo a mancharme, a que se me notara la toalla desechable que tenía, a que se me viera un bulto “ahí abajo”. Les cuento que ni siquiera recuerdo cómo era el escenario de lo preocupada que estaba. Una bailarina más profesional, más experimentada que yo, me comentó que si quería que le hablará a su médico para que le pasara el nombre de la pastilla que ella utiliza para dejar de menstruar. Yo recuerdo que espantada dije que no, porque no quería dejar de menstruar, quería hacer mi presentación así, lo único que no quería era mancharme. 

De ahí empezó lo que fue una de las conversaciones más, no sé cómo llamarla, más reveladoras para mi. Era una práctica común tomar anticonceptivos para suprimir la menstruación. Lo recomendó. Incluso mencionaba que en algún lugar del mundo, en donde ella bailó, hacer histerectomías radicales era parte del gremio. Además de que a la industria les sirve para no tener “complicaciones” como lxs hijxs, pues de paso,” ayuda” a no menstruar. No tengo las fuentes, fue solo un comentario que ella me hizo y que nunca pensé problematizar años después.

También he escuchado a las mamás de las niñas menstruantes que bailan ballet clásico, hablar sobre llevar a sus hijas a la consulta ginecológica para empezar a consumir anticonceptivos. Normalizando la medicalización del cuerpo desde que tenemos 8,9,10 años. 

Para ir cerrando esto, quiero hablar del proceso menstrual y lo que conlleva en el cuerpo. El proceso es inflamatorio, en ese sentido, el vientre se inflama. Recuerdo haberme sentido demasiado gorda y haber usado faja para ocultar mi pancita menstruadora. Es que no hay que olvidar que el ballet clásico ODIA los cuerpos gordos, los cuerpos no hegemónicos, los cuerpos no funcionales. Era muy duro  menstruar porque me iba a ver más gorda, iba a tener que usar faja. Y ahora que lo pienso, habitualmente las profesoras y profesores no te preguntan, solo te señalan públicamente, era como un “Isis, hay que bajar esa pancita” pero esa inflamación era porque estaba menstruando. 

Como parte del proceso inflamatorio, los pechos crecen. Si hacemos una búsqueda en google de las mejores bailarinas o las más reconocidas, sus pechos tienen muy poco tejido adiposo, son pequeños, muy pequeños, porque la media aprobatoria para ser bailarina de ballet clásico también tiene que ver con el tamaño de tus pechos. Era muy incómodo estar menstruando, con los senos grandes y con el vientre inflamado, no quería ser esa persona. No quería que quienes me asesoraron me dijeran en público lo gorda y lo lenta que era en esa clase, en ese día. Lo fuerte es repensar y concluir diciendo que simplemente “no quería ser lo que más amaba ser en el mundo”. Me hacían sentir como si mi cuerpo fuera el problema, como si mi cuerpo no me permitiera ejercer la técnica que tenía, como si mi menstruación fuera el problema. 

Desde una mirada política de la menstruación

Por Carolina Ramírez, experta en educación menstrual

@caro_educadoramenstrual

La invisibilización de la menstruación resultado de la enunciación del cuerpo del varón como medida de “normalidad”, la blanquitud expresada en la higiene como otra cara de la imposición estética. El performance impuesto, obligado, recalcado que nos lleva a habitar cuerpos con úteros sangrantes que se esfuerzan por normalizar la tensión que este produce mientras se hace una aletargada actuación de imitación de varón “impoluto” porque carece de tejido endometrial desprendido que deja marcas a su paso, manchas deshonrosas.

El ballet se construyó como un arte impoluto, impecable… es decir, sin-pecado. El pecado es la mancha, la arruga, la memoria, todo aquello que desafia la hegemonia blanca. Al ballet no le sirve el endometrio, no autoriza los coágulos de sangre, ni la hinchazón del vientre, no admite los cólicos menstruales. El ballet padece de menstruofobia.

Urge desenmascarar las violencias menstruales, reconocerlas, tipificarlas y erradicarlas, parar de normalizarlas, por que lo usual, es que si quienes danzan son mujeres, niñas y personas con capacidad de menstruar, entonces se prevea, reconozca, acepte y se acostumbren a que pueden haber MANCHAS, hinchazón, dolor, toallas sanitarias, hilos de tampón, copas menstruales, necesidad de ir al baño, etc.

"El tabú menstrual es una expresión de misoginia, el tabú menstrual oprime y vulnera derechos humanos fundamentales".